Cómo por el simple hecho
de subirte en un columpio de un parque puedes así, en un instante, recordar la
sensación de libertad de la niñez. Tirarte hacia atrás y tener una experiencia parecida
a volar, ver el mundo al revés, en movimiento, desde otra perspectiva nueva.
Hay algo mágico en los sábados,
quizá porque la gran mayoría de los seres que habitamos una gran ciudad se
paran a la vez a tomarse su tiempo libre. Tiempo libre, tiempo para ser libres,
para Ser.
El sabor de los sábados
para no hacer nada vuelve a mi. Desde que trabajo por cuenta propia hay una
tendencia interna de ir contra corriente para evitar las colas y masificaciones
de personas, los sábados siempre han sido días de cursos y actividad, o días de
escritura disfrutando del silencio de la ciudad.
Da gusto darse el gusto de
dejarse acunar por el ritmo de la ciudad. Acompañar la melodía creada
colectivamente parando, disfrutando.
El ritmo de la vida está
presente externa e internamente.
Escuchar música, no música
que te acompaña mientras haces otra cosa, o vas en el metro, o caminas hasta
llegar a… ¡no! parar a escuchar tú música, a disfrutarla.
Coger las pinturas y
estrenar un cuaderno nuevo, y dibujar, sin más, jugar con el color, permitirte
degustar la belleza de los colores bailando con la música, acariciando las
hojas.
Hacer lo que te apetece en
cada momento sin pensar, dejándote llevar.
Sentarte a mirar el sol
sintiendo el viento frío del invierno en la piel, sintiendo tu cuerpo calentándose,
iluminándose.
Darte la oportunidad de
charlar con alguien que te sonríe, mirar a las personas a los ojos, escuchar y
compartir.
Comer cuando tienes
hambre, no cuando es la hora de comer.
Pararte a cocinar, no a
hacer la comida no, a cocinar. Darte el placer de crear algo con mimo y
cuidado, dedicándole el tiempo, jugando con los colores, respirando los olores
de una buena sopa alimentando tu respiración.
La vida sin esfuerzo se
cocina a fuego lento, con mimo y cuidado, con atención, gozando del placer de
habitar el presente. Qué maravilloso sería vivir cada día con la atención de
estar presentes, disfrutando cada instante. Llenando el almacén de la memoria de
experiencias placenteras, gratificantes, positivas.
Artistas de nuestra vida creándola en cada instante, disfrutando de crear, como niños.
Artistas de nuestra vida creándola en cada instante, disfrutando de crear, como niños.
Sí, así es como los niños
descubren el mundo bien atentos, con tiempo libre… siempre, claro está, que no les robemos
la posibilidad de Ser...
Así es como podemos elegir
vivir... siempre que no nos robemos la posibilidad de Ser… libres.
