sábado, 12 de enero de 2013

¿Te has parado a vivirla?

Es increíble cómo al parar y saborear la vida el almacén de la memoria positiva comienza a generar sensaciones olvidadas de puro placer.

Cómo por el simple hecho de subirte en un columpio de un parque puedes así, en un instante, recordar la sensación de libertad de la niñez. Tirarte hacia atrás y tener una experiencia parecida a volar, ver el mundo al revés, en movimiento, desde otra perspectiva nueva.


 Hay algo mágico en los sábados, quizá porque la gran mayoría de los seres que habitamos una gran ciudad se paran a la vez a tomarse su tiempo libre. Tiempo libre, tiempo para ser libres, para Ser.

El sabor de los sábados para no hacer nada vuelve a mi. Desde que trabajo por cuenta propia hay una tendencia interna de ir contra corriente para evitar las colas y masificaciones de personas, los sábados siempre han sido días de cursos y actividad, o días de escritura disfrutando del silencio de la ciudad.

Da gusto darse el gusto de dejarse acunar por el ritmo de la ciudad. Acompañar la melodía creada colectivamente parando, disfrutando.
El ritmo de la vida está presente externa e internamente.

Escuchar música, no música que te acompaña mientras haces otra cosa, o vas en el metro, o caminas hasta llegar a… ¡no! parar a escuchar tú música, a disfrutarla.

Coger las pinturas y estrenar un cuaderno nuevo, y dibujar, sin más, jugar con el color, permitirte degustar la belleza de los colores bailando con la música, acariciando las hojas.

Hacer lo que te apetece en cada momento sin pensar, dejándote llevar.

Sentarte a mirar el sol sintiendo el viento frío del invierno en la piel, sintiendo tu cuerpo calentándose, iluminándose.

Darte la oportunidad de charlar con alguien que te sonríe, mirar a las personas a los ojos, escuchar y compartir.

Comer cuando tienes hambre, no cuando es la hora de comer.

Pararte a cocinar, no a hacer la comida no, a cocinar. Darte el placer de crear algo con mimo y cuidado, dedicándole el tiempo, jugando con los colores, respirando los olores de una buena sopa alimentando tu respiración.

La vida sin esfuerzo se cocina a fuego lento, con mimo y cuidado, con atención, gozando del placer de habitar el presente. Qué maravilloso sería vivir cada día con la atención de estar presentes, disfrutando cada instante. Llenando el almacén de la memoria de experiencias placenteras, gratificantes, positivas. 

Artistas de nuestra vida creándola en cada instante, disfrutando de crear, como niños.
Sí, así es como los niños descubren el mundo bien atentos, con tiempo libre… siempre, claro está, que no les robemos la posibilidad de Ser...
 
Así es como podemos elegir vivir... siempre que no nos robemos la posibilidad de Ser… libres.