Recibí tanto que sentí compartir con mi mayor talento: escribí este cuento Horse's essencial Love ©
5/8/2014 Marta ARTEaga que muestra el inmenso Amor y veneración que siento por los caballos, desde que era una niña y tenía el privilegio de que mi abuelo paterno, veterinario, me llevara de finca a finca a compartir con estos seres prodigiosos. El cuento, además, tiene la fortuna de llevar la magnífica imagen de la talentosísima ilustradora Victoria Vanadis gran profesional que viste con sus imágenes las palabras de varias de mis historias.
Horse’s essencial love
Había una vez un humano, un Ser humano, que amaba a la naturaleza. Sentía que formaba parte de ella.
Podía sentir, al respirar, el viento dentro de su cuerpo. Cada día al amanecer miraba y admiraba la belleza del sol latiendo fuerte en su corazón.
Al bañarse en el mar su sangre hacía olas juguetonas…
Y al caminar por los bosques sus pies eran raíces convirtiéndose en un árbol más… que podía moverse.
Cuenta la leyenda que este Ser humano amaba a su caballo, y el caballo amaba a su humano.
Iban juntos a todos los lugares. Estaban unidos pues eran lo mismo; uno tenía cuerpo humano, otro cuerpo de caballo.
Un día el humano salió a pasear, se paró a refrescarse en un lago y se vió reflejado: observó sus manos y sus pies, sus brazos, piernas y rostro…
Al volver a casa su caballo no estaba, le buscó por todas partes sin encontrarle y sintió mucha tristeza… y soledad…
A los tres días el caballo apareció y el humano sintió miedo de que se fuera… Y en ése lugar que existía en su corazón para el amor el miedo se instaló.
El humano decidió atar a su caballo haciéndose esclavo de su miedo… Haciéndose esclavo de su caballo…
La noche llegó, las estrellas brillaban iluminando el cielo… El caballo se desató y huyó.
El humano entristeció cerrando más y más su corazón…
Pasaron muchos, muchos años… Muchos, muchos… años.
Un día de verano al AMAnecer, el caballo apareció.
El humano se alegró mucho de ver a ese caballo con el que tanta vida había compartido.
Intentó acercarse a él dándole de comer… El caballo se iba y al día siguiente volvía.
Le construyó un cómodo lugar en el que estar… El caballo se iba y al día siguiente volvía.
Entonces el humano decidió darle un nombre, pero el caballo no necesitaba en verdad nada que el humano pudiera inventar, y esa era su libertad.
El humano estaba desesperado ya no sabía qué hacer para acercarse al caballo.
Fue al lago a refrescarse y al verse reflejado recordó ésa sensación que en otro tiempo sintió… Respirar el aire como si todo el cielo se le metiera dentro del cuerpo… El sol latiendo fuerte en su corazón y la sangre, su pura sangre jugueteando como las gotas en el lago. Observó alrededor, con atención, y tuvo la certeza de ser un árbol más… Ya no sintió la soledad… Formaba parte de la vida… Sintió su libertad.
En ese momento el caballo se acercó y el Ser humano lloró con lágrimas saladas como el mar. Agachó su cabeza rindiéndose ante la pureza de aquel animal y su inmensa capacidad de amar.
Entonces su corazón humano se abrió y el miedo dejó hueco al amor… Recibiendo todo el amor de su esencia…
Había una vez un Ser humano que amaba a un caballo… Y un caballo que amaba a un Ser humano. Eran lo mismo… en cuerpos distintos.
Cuando agachaban sus cabezas se reconocían…
Cuando juntaban sus frentes su mente se unía, y su corazón latía.
Entonces la magia sucedía… Porque no hay nada, nada hay, que no pueda suceder cuando un Ser humano se une a un caballo, y un caballo a un Ser humano. By Marta ARTEaga para Eva y Susana y Equiessens con mucho Amor
Podía sentir, al respirar, el viento dentro de su cuerpo. Cada día al amanecer miraba y admiraba la belleza del sol latiendo fuerte en su corazón.
Al bañarse en el mar su sangre hacía olas juguetonas…
Y al caminar por los bosques sus pies eran raíces convirtiéndose en un árbol más… que podía moverse.
Cuenta la leyenda que este Ser humano amaba a su caballo, y el caballo amaba a su humano.
Iban juntos a todos los lugares. Estaban unidos pues eran lo mismo; uno tenía cuerpo humano, otro cuerpo de caballo.
Un día el humano salió a pasear, se paró a refrescarse en un lago y se vió reflejado: observó sus manos y sus pies, sus brazos, piernas y rostro…
Al volver a casa su caballo no estaba, le buscó por todas partes sin encontrarle y sintió mucha tristeza… y soledad…
A los tres días el caballo apareció y el humano sintió miedo de que se fuera… Y en ése lugar que existía en su corazón para el amor el miedo se instaló.
El humano decidió atar a su caballo haciéndose esclavo de su miedo… Haciéndose esclavo de su caballo…
La noche llegó, las estrellas brillaban iluminando el cielo… El caballo se desató y huyó.
El humano entristeció cerrando más y más su corazón…
Pasaron muchos, muchos años… Muchos, muchos… años.
Un día de verano al AMAnecer, el caballo apareció.
El humano se alegró mucho de ver a ese caballo con el que tanta vida había compartido.
Intentó acercarse a él dándole de comer… El caballo se iba y al día siguiente volvía.
Le construyó un cómodo lugar en el que estar… El caballo se iba y al día siguiente volvía.
Entonces el humano decidió darle un nombre, pero el caballo no necesitaba en verdad nada que el humano pudiera inventar, y esa era su libertad.
El humano estaba desesperado ya no sabía qué hacer para acercarse al caballo.
Fue al lago a refrescarse y al verse reflejado recordó ésa sensación que en otro tiempo sintió… Respirar el aire como si todo el cielo se le metiera dentro del cuerpo… El sol latiendo fuerte en su corazón y la sangre, su pura sangre jugueteando como las gotas en el lago. Observó alrededor, con atención, y tuvo la certeza de ser un árbol más… Ya no sintió la soledad… Formaba parte de la vida… Sintió su libertad.
En ese momento el caballo se acercó y el Ser humano lloró con lágrimas saladas como el mar. Agachó su cabeza rindiéndose ante la pureza de aquel animal y su inmensa capacidad de amar.
Entonces su corazón humano se abrió y el miedo dejó hueco al amor… Recibiendo todo el amor de su esencia…
Había una vez un Ser humano que amaba a un caballo… Y un caballo que amaba a un Ser humano. Eran lo mismo… en cuerpos distintos.
Cuando agachaban sus cabezas se reconocían…
Cuando juntaban sus frentes su mente se unía, y su corazón latía.
Entonces la magia sucedía… Porque no hay nada, nada hay, que no pueda suceder cuando un Ser humano se une a un caballo, y un caballo a un Ser humano. By Marta ARTEaga para Eva y Susana y Equiessens con mucho Amor
Pronto os compartiré un proyecto precioso junto a las profesionales de Equiessens.
Que lo disfrutéis
Os invito a conocer más de www.equiessens.com no tengo palabras para describir lo maravillosas que estas mujeres son